Me animo nuevamente a participar en el reto de los jueves.
En esta edición la propuesta la plantea Campirela desde su blog y nos invita a escribir sobre los voluntarios.
Ella los llama "Héroes anónimos" y desde luego razón no le falta.

JAIME
Jaime no pasaba desapercibido.
Tras el cierre de la fábrica a la que había dedicado más de veinticinco años y un divorcio en que Margarita, su mujer, le dejó con lo puesto, la calle se convirtió en su hogar.
Y a pesar de eso, seguía con ese afán de querer ayudar al más débil, como si la vida no se hubiera ensañado nunca con él.
Era luz y puro corazón. Cada viernes por la tarde, aunque llevase días sin comer y su cuerpo estuviese aterido de frío y dolorido por la falta de una cama digna, acudía a su cita en la cancha y ejercía de entrenador de aquellos niños que le adoraban. ¡Qué diferente se veía cuando se metía en ese papel!
Recorría a pie, con su petate, los seis kilómetros desde su rincón favorito en los soportales, y tras charlar con Alfonso, el conserje, iba al vestuario y se pegaba una ducha con agua tan caliente que su piel salía enrojecida. A menudo aprovechaba a lavarse la ropa.
Después, cuando llegaban los niños, sus niños, sus botas ya no parecían ni desgastadas ni dos tallas más grandes. Y a su dentadura no le faltaban dientes. Era el Jaime exitoso al que todos admiraban y del que todos querían recibir consejo o aprobación.
Pero al tercer año, algunos padres presionaron a la directiva para su despido. Poco importó el argumento de que no recibía sueldo alguno ni que los niños le adoraban o que gracias a él se había conseguido la victoria en el torneo de baloncesto durante tres temporadas consecutivas. Tampoco sirvió la recogida de firmas que pusieron en marcha Alfonso y Jimena la chica de limpieza de las tardes.
Y al final Jaime se marchó un día de Pentecostés, sin homenaje ni ceremonias, pero sí entre lágrimas.
Se lo llevaron en ambulancia con problemas respiratorios graves y murió en la cama de la habitación 312 del hospital de Basurto al día siguiente.
El diagnóstico oficial habló de neumonía, quienes le conocimos sabemos que murió de pena.


Versión 1
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Producto de esa etapa nació: www.fabricadeartesania.com
Afortunadamente, las letras regresan de vez en cuando a mi vida. Y no pienso renunciar a ellas, si puedo evitarlo.
Buenos días, Rebeca.
ResponderEliminarHoy me hiciste que mi corazón se pusiera chiquitito.
Nos has dejado buena bella y triste historia.
Cuantos Jaimes hay en el mundo que su vida se ha convertido de la noche a la mañana en un desastre, aunque en su interior llevan la llamada de ayudar aunque sean ellos, los que necesiten una ayuda urgente.
Muchas gracias por tu interés .
Un besote.
Tú lo has dicho, Campi.
EliminarLa vida puede poner nuestro mundo patas arriba en cualquier momento y transformar os en uno de los muchos Jsimes de nuestras ciudades.
¡Qué gratuito es mirar hacia otro lado para ignorar que cualquiera puede acabar siendo el Jaime de mi historia!
Un abrazo enorme y gracias por la propuesta y pasarte a comentarme.
Nunca he entendido porqué el ser humano es tan cruel. Jaime ya tenía bastante con el golpe que la vida le dió, y el único refugio que tenía se lo arrebatan de un plumazo. Una historia emotiva y triste, pero que también pudo ser una realidad para muchos que tras la crisis o el COVID de pronto lo perdieron todo y se vieron en la calle.
ResponderEliminarEs una situación horrible vivirla, debemos tener o recuperar la humanidad perdida y ser más empáticos con el necesitado.
Me ha llegado al alma.
Una narrativa excelente. Un abrazo
Por desgracia estamos llenos de prejuicios, aunque no siempre seamos conscientes de ello. Y a menudo nos creemos superiores a otros, solo porque la siete está de nuestro lado.
EliminarJaime, en realidad podríamos ser cualquiera de nosotros.
Un placer tenerte en mi blog, Nuria.
Com su permiso copio a Campirela: chiquito, chiquito... Uffff
ResponderEliminarBesos desde Fuenla.
Rebeca me encanto la historia emotiva y triste, muy bien contada. El final que tuvo Jaime me hizo acordar a esas personas que se jubilan y al poco tiempo se deprimen y mueren.
ResponderEliminarQue tengas un hermoso día!
Besos
Por desgracia hay muchos casos de esos sí... Gente que termina su etapa laboral a la que se ha entregado en cuerpo y alma, y que luego no sabe qué hacer con su tiempo libre y acaba deprimiéndose y muriendo.
EliminarUn abrazo enorme.
Una bonita, pero triste, historia. La vida no entiende de justicia y un exceso de protección a los seres queridos de uno padres remueve el clavo ardiendo al que se aferraba Jaime. Nos falta mucha empatía y tenemos una excesiva tendencia a clasificar a las personas en buenos y malos sin conocerlas.
ResponderEliminarUn saludo
Lo cierto es que estamos llenos de prejuicios. Incluso la persona más inocente y tolerante del mundo incurre en ese defecto.
EliminarMuchas gracias por visitarme y comentar.
Un abrazo.
Cuántos Jaimes nos hemos encontrado en la vida. Y cuánta incomprensión nos rodea!! Muy bueno tu relato, Rebeca.
ResponderEliminarBesicos muchos.
La verdad es que deberíamos saber mirar a nuestro alrededor con más compasión, porque ese Jaime podríamos llegar a ser nosotros en cualquier momento, si la vida nos depara un revés inesperado.
EliminarMuchas gracias por visitarte y comentar.
Un abrazo enorme, Nani.
Hola Rebeca, realmente es una historia conmovedora la que escribiste, Jaime una persona de gran corazón que no merecía ese final.
ResponderEliminarMe gustó mucho, un abrazo.
PATRICIA F.
Creo que nadie se merece un final así de solitario, humillante e injusto. Por desgracia hay demasiados Jaimes en el mundo.
EliminarGracias por la visita y comentar.
Un abrazo.
Olá, querida amiga Rebeca!
ResponderEliminarJaime é um personagem que simboliza a injustiça... não merecia tal fim.
Um conto com sensibilidade e emotivo.
O dia de Pentecoste foi muito bem escolhido, deu mais nobreza ao conto.
Tenha dias abençoados!
Beijinhos fraternos
Madre mía me has puesto el corazón en un puño. Y además, sabiendo que la historia es real. Me ha conmovido realmente. Me parece muy cruel que le quisieran despedir, cuando Jaime lo hacía de forma altruista y además, los niños le adoraban. Cuanto mejor son las personas peor se les trata. Qué pena que haya gente tan mala y que hagan esto a estas personas que son tan bondadosas. Y luego qué final tuvo el pobre hombre. De verdad, me ha llegado al alma.
ResponderEliminarUn beso.
María, me temo que hay una confusión.
EliminarPara el protagonista me he basado en gente que conozco o he conocido, sobre todo he tomado de esas otras personas, rasgos de carácter y similitudes físicas, pero eso no significa que la historia sea real.
Sea como sea, me alegra tenerte en mi rincón.
Un abrazo.
Hay historias que comienzan y terminan en 10 minutos. Basta que un cerdo se encargue de ello...
ResponderEliminarUn abrazo de Buscador
La vida a veces se ceba con quien menos merece la injusticia.
EliminarUn abrazo.
Murió víctima de la ingratitud, del prejuicio.
ResponderEliminarCuando merecía que lo ayudaran a salir de la situación en que estaba.
Un abrazo.
Lo has resumido perfectamente: la ingratitud fue su asesina.
EliminarUn abrazo enorme.
Muy triste historia. Lamentablemente basada en hechos reales. Duele más. Un abrazo
ResponderEliminar¡Hola, Mónica!
EliminarCuando indiqué que me inspiré para el personaje en personas reales que han sido importantes para mí, no me refería a que la historia fuese real. Supongo que no lo expliqué bien del todo. Quería decir que el personaje se basa en rasgos físicos o psíquicos de esas otras personas que tan importantes fueron para mí.
Un abrazo enorme.
Pues sí hay tanta gente que muere de pena.... Y tantos desalmados que pertrechados en la vida que llevan, no saben ver las agonías que pasan otros.
ResponderEliminarLa sociedad aunque no lo parezca, tendrá sus recompensas para unos y para otros.
En nosotros está el dar ejemplos de solidaridad para que quien no la sienta se le mueva el corazón.
Gracias por tu relato.
Gracias a ti por esta reflexión tan profunda y hermosa, Tracy. ¡Ojalá algún día historias como esta queden solo como recuerdo del imaginario colectivo!
EliminarUn abrazo.
Alguien debería inventar un penómetro, para que los médicos pudieran poner en su informe de defunción " murió de pena"
ResponderEliminarEl resto de causas de muerte menguaria radicalmente
Estoy contigo. Conozco varios casos de gente mayor que ha muerto de pura soledad y ha sido esa pena la que les ha llevado a la tumba.
EliminarUn abrazo enorme.
El relato describe a Jaime como un faro de bondad en la penumbra de la adversidad, un hombre sin hogar tras perder fábrica y matrimonio, pero que aún destila luz al entrenar desinteresadamente a niños en una cancha de baloncesto, transformándose cada viernes en un héroe adorado pese a sus botas gastadas y su dentadura rota; la narrativa, cargada de detalles vívidos como la ducha caliente o los seis kilómetros recorridos, contrasta su nobleza con la crueldad de padres que lo despiden, culminando en su muerte por “pena” disfrazada de neumonía, un final que duele por su injusticia y deja un eco de gratitud hacia los corazones puros que, aun rotos, siguen dando un relato que brilla por su humanidad cruda y su denuncia silenciosa de la indiferencia social.
ResponderEliminarMarcos, gracias. Gracias infinitas por este análisis/comentario sobre mi relato.
EliminarComo señalas, la injusticia es la base de la historia de Jaime una y otra vez, pero en contraposición con esa bondad cándida del protagonista que en su pureza de corazón siempre piensa que hay otros que necesitan más la ayuda que él mismo.
Un abrazo enorme y millones de gracias por pasarte y comentar.